Venezuela
y los procesos desestabilizadores en América Latina
Marcos
Roitman Rosenmann
12
de octubre de 2013
Cuando
se trata de violar constituciones, la derecha latinoamericana no se ruboriza.
Tampoco tiene problemas éticos o morales. En este sentido, podemos estar
seguros que sigue pensando como lo hiciese Diego Portales, político conservador
del siglo XIX, articulador del Estado chileno y referente de la dictadura
militar pinochetista. Al ser consultado sobre el valor de la constitución dijo:
De mí sé decirle que con ley o sin ley, esa señora que llaman constitución hay
que violarla cuando las circunstancias son extremas.
Así
se las gastaba la derecha decimonónica. Nunca se sintió atada a los principios
de legitimidad democrática, ni cuando surgían gobiernos progresistas en su
seno, ni menos cuando se olían la posibilidad de ser desplazados por
coaliciones policlasistas, o antimperialistas, lideradas por la burguesía
ilustrada. El siglo XX reforzó esta dinámica, agregando a su ideario el temor a
una revolución proletaria y socialista. Lentamente se fueron sumando
ingredientes, hasta su síntesis, la emergencia de un discurso chovinista,
anclado en los valores patrios: Dios, la familia y la defensa de la Iglesia
católica. Tríada que ha sido esgrimida por todos los caudillos civiles y
militares a la hora de justificar los golpes de Estado. Tras ellos, el fantasma
del socialismo-marxista y el comunismo. Ideologías, argumentarán, contrarias a
natura que penetraban sigilosamente buscando destruir la nación para instaurar
un orden totalitario. Había que estar alerta. A medida que las técnicas de la
sicología se incorporaron al escenario bélico, la guerra sicológica cobró
fuerza como uno de los pilares de la desestabilización democrática. Así
emergieron relatos destinados a crear rechazo a todo cuanto oliese a socialismo
o comunismo. En América Latina, las campañas del miedo se hicieron sentir desde
muy temprano, aunque fue durante la guerra fría cuando desplegaron toda su
influencia. Desde la mentira más burda, los comunistas separan a las madres de
sus hijos, inoculándoles el virus del odio hacia sus progenitores, hasta
alambicados relatos no menos fantasiosos como la infiltración comunista en
colegios, empresas, instituciones, que buscan lavar el cerebro a la población
por medio de canciones, obras de teatro, cine, etcétera.
En
el ínterin, todo el arsenal que puedan imaginar. No hay discurso
desestabilizador que no contenga la quema de iglesias, el asesinato de figuras
relevantes de la vida pública, el asalto y expropiación de los bienes
personales, la violación de mujeres, el fin de la libertad de prensa y de
expresión. Tanto como el robo, la rapiña y la creación de tribunales populares
para fusilar al ciudadano indefenso que ve cómo sus bienes, ganados con tanto
esfuerzo, pasan a poder de la chusma.
Pero
a la campaña sicológica desestabilizadora, más o menos efectiva, se suma un
arma de grueso calibre: la creación de un estado de ánimo que rompa el apoyo
popular. Es decir, una quinta columna que haga ineficaz la aplicación de
políticas distributivas y de justicia social. Me refiero a implementar
conscientemente el mercado negro, el acaparamiento, el desabastecimiento, cuyo
fin es estrangular la economía interna. Se trata de crear un malestar que culpe
al gobierno de provocar el caos, tildándolo de ineficaz y corrupto. En todos
los países latinoamericanos donde ha gobernado la izquierda se emplea esta
táctica, cuyos efectos han sido devastadores.
Fomentar
la desaparición en los supermercados, tiendas y locales comerciales de
productos de primera necesidad, como jabón, papel higiénico, pasta de dientes y
alimentos básicos mina, sin duda, el bloque popular. Lo hace ser vulnerable a
prácticas corruptas, justificadas por la necesidad. En eso se asientan las
políticas de la derecha para justificar sus estrategias golpistas y sediciosas.
Crean el problema y fomentan el caos tensando la cuerda hasta romperla.
Ellos
no tienen problemas, no sufren el desabastecimiento y el mercado negro de
divisas les beneficia. Igualmente acaparan todo tipo de alimentos y utilizan
los medios de comunicación para crear alarma, llamando a la población a
levantarse contra el gobierno. El manual se cumple a rajatabla. Los objetivos desestabilizadores
internos se apoyan en un bloqueo internacional que Estados Unidos y sus aliados
fomentan impidiendo la compra de productos de primera necesidad, repuestos,
bloqueando inversiones y reduciendo el crédito.
Hoy,
la república Bolivariana de Venezuela sufre este embate. La posibilidad de
romper esta estrategia pasa por dar poder habilitante al presidente para
combatir la corrupción. Esa es la batalla.
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