martes, 3 de noviembre de 2009

"Nadie tiene nada que reprocharme"

Él y su esposa Gloria Arenas ahora están “en el movimiento que lucha por vías pacíficas”
“Conquistamos nuestra libertad con la lucha jurídica”, dice Jacobo Silva Nogales
Blanche Petrich
Sábado 31 de octubre de 2009, p. 15

Gloria Arenas y Jacobo Silva nunca negaron su pertenencia a un grupo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), obtuvieron su libertad precisamente porque esgrimieron un artículo del Código Penal –el 137– que reconoce la figura de rebelión, al estipular que hechos de sangre ocurridos en el contexto de un combate no son actos delictivos. Ayer, unas horas después de su excarcelación, después de permanecer una década en penales de máxima seguridad, Silva Nogales afirma: “Considerando que tuve toda la razón para alzarme en armas: nadie tiene nada que reprocharme. Ni siquiera si ahora decidiera reincorporarme a la guerrilla”.
Él y su esposa Gloria aclararon, sin embargo, que la circunstancia de haber pasado un largo periodo en la cárcel los ubica “automáticamente” en el movimiento social que lucha por vías pacíficas. Ambos militan en la otra campaña, red de movimientos que se identifican con el zapatismo. “Antes teníamos armas de fuego, hoy tenemos las armas de la razón”, expresaron.

Detenidos el 19 y el 22 de octubre de 1999, respectivamente, un tribunal de Chilpancingo los juzgó y declaró culpables por la muerte de un civil durante una emboscada del ERPI al Ejército Mexicano en Guerrero en 1998. Recibieron una sentencia de 51 años, la que apelaron en distintas instancias hasta que el año pasado lograron una reducción de la pena.

Silva Nogales fue fundador del Ejército Popular Revolucionario. Él y Gloria Arenas se separaron para formar otra organización, el ERPI –que también sigue activo– en 1998. Pese a las fuertes rivalidades entre las dos organizaciones, Silva expresó ayer el compromiso de luchar contra los actos represivos del Estado y la tortura, incluida la desaparición forzada de los dos dirigentes del EPR Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, secuestrados en Oaxaca en 2007.
Sin que se les notificara con anticipación, Arenas fue excarcelada el miércoles por la noche del penal de Chiconautla, estado de México, y Silva, el jueves en la tarde, del reclusorio de máxima seguridad de Tepic. De la prisión, a él lo condujeron directamente a la terminal de autobuses. Llegó al Distrito Federal a primeras horas de la mañana. Al mediodía se presentaron ante la prensa y decenas de militantes de derechos humanos que los saludaron calurosamente y aplaudieron cada una de sus intervenciones.

Entre ellos estaba la madre de Jacobo, Inés Nogales, con sus 87 años a cuestas. “Este Jacobo me salió fuerte, ¿verdad? Debe ser por el gusano del mezcal de Minatitlán”, comentó tras escuchar embelesada a su hijo. También estaba la hija de la pareja, Leonor Silva Arenas, y la hermana, Elizabeth Silva Nogales, que fue el sostén de la familia y el motor de la solidaridad durante estos años.

Una conquista de la lucha social

En la rueda de prensa, Jacobo Silva señaló que “nuestra libertad no es una concesión graciosa del gobierno. La conquistamos palmo a palmo con la lucha jurídica”. Explicó su estrategia en el proceso de defensa que él mismo condujo: “Nos acusaron de homicidio e intento de homicidio. Si no hubiéramos sido rebeldes, eso habría sido un delito. Pero en el Código Penal, conforme al artículo 137, los hechos que se dan en el contexto de una rebelión no son delitos. Nosotros ni siquiera tuvimos que demostrar que éramos rebeldes, el mismo Estado así lo tipificó, porque nos acusó de rebelión. En tanto que rebeldes, no somos delincuentes. Yo nunca lo negué ante quienes me interrogaron: era guerrillero, me descuidé y me agarraron. Gloria y yo cometimos actos de rebelión, yo sí hice daño en propiedad ajena, no lo niego. Mi esposa no”.

Con el rapado de cabello típico de los reclusos de máxima seguridad y un rostro que refleja los años de penurias, Silva agregó: “Si no hubiera caído seguiría siendo guerrillero. Mi corazón está con el ERPI y otros grupos armados cuyos nombres ni siquiera se conocen pero que existen. Pero el hecho de haber pasado por la cárcel automáticamente nos ubica dentro del movimiento popular abierto. Éste se va a convertir en nuestra montaña. Los árboles son ustedes, entre ustedes me escondo y me camuflajeo”.

Estar preso

Durante esta década tras las rejas, Silva nunca pudo conceder una entrevista periodística. Ayer habló de su experiencia carcelaria. “Los años de estar preso me colocan en posibilidad de hablar de una realidad que es necesario que se conozca. En las prisiones se infligen lesiones a la dignidad humana, incluso ocurren homicidios que quedan impunes. A mí me tocó estar cerca de uno, un reo asesinado por un funcionario de la prisión. Presenté una demanda penal y no se hizo nada. Un [agente del] Ministerio Público me fue a ver pero no investigó nada”.

Habló de una perspectiva muy personal: “Diez años sin poderme ver en un espejo, sin tener una imagen de mi identidad. En Almoloya se produce un proceso de despersonalización. En ese mundo se es subhumano, se sobrevive sacando fuerzas de flaqueza, inventando nuevas formas de lucha que uno ni siquiera sabía que existían. Sin saber que podía pintar, pinté. Sin saber que podía escribir, escribí. Sin conocer de derecho asumí mi defensa. Eso nos ayudó y yo espero que ayude a otros presos: puede ser que esa sea la ruta que los lleve a la salida.

“La cárcel es una experiencia colectiva; adentro uno sobrevive gracias a la famosa solidaridad. No sé qué habría pasado si ustedes desde aquí no hubieran estado pendientes de nosotros”.

Habló de sus primeras impresiones en libertad: “Oír la voz de un niño, tocar una mano afectuosa, hablar cara a cara de lo que uno quiera, caminar sin que le digan a uno que agache la cabeza, mirar el sol sin cuadritos… ¡es lo máximo!”Durante los primeros años de su sentencia, como terapia ocupacional, Jacobo Silva empezó a dibujar. Pronto se reveló con un fuerte sentido del arte naif. Logró crear cerca de 300 obras, muchas de ellas óleos, que fueron expuestas en 2004 en el Poliforum Siqueiros y en 2006 en la sala de arte Siqueiros. Ayer mismo –sin que se contemplara incialmente que el autor de la obra estuviera presente– se inauguró por la tarde otra muestra de sus pinturas en la Casa de la Cultura de la Delegación Azcapotzalco.


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