domingo, 26 de abril de 2009

A diez años. Voces de la Memoria 2

Compromiso y Ética. El triunfo de la Huelga
Por Tlilcoatl


Ya son 10 años. Nuestras vidas inevitablemente han cambiado, se han transformado, pero hay algo que se queda, eso que nos enseñó la Huelga: El compromiso y la ética. Mi experiencia fue muy local, sin embargo estoy seguro que las enseñanzas son generacionales. De ahí, que las tome el que quiera.

Hablo desde el CCH Vallejo… esa escuela marcó mi vida. El primer recuerdo que me llega es el desprecio de las autoridades universitarias hacia los alumnos. Muchos de los que participamos en el movimiento nacimos del ninguneo y de los oídos sordos de los distintos niveles de la estructura universitaria, desde el rector hasta algunos maestros con ganas de insertarse en los órganos de dirección. Insistimos en el diálogo varias veces pero siempre nos obviaron; esa forma tan acostumbrada de ejercer el poder por aquellos quienes lo creen un ente personal. Insistimos en la presión como método, haciendo asambleas, cerrando la Av. 100 metros, realizando dos paros. Pero no nos creyeron.

Al contrario, intentaron comprar nuestras conciencias con argumentos burdos tales como “tú no vas a pagar, sólo las generaciones que entren… tú ya la libraste”. Por cierto, esta misma estrategia utilizaron ya en plena Huelga cuando Barnés propuso que las cuotas fueran voluntarias. Carajo, si no luchamos por centavos, sino en contra de una visión individualista y competitiva que aún hoy intentan implantar en planes de estudio, según los dogmas del neoliberalismo. Así nacieron al mismo tiempo la Huelga -producto del desprecio y del hartazgo- y una generación de universitarios, con la conciencia de no reproducir los esquemas del poder.

De ahí conocimos lo que es el compromiso, con nosotros mismos, con la Universidad, pero sobre todo, con tanta y tanta gente en la calle, en los barrios, en plazas, en mercados, en otras escuelas, en el metro. Nosotros, chavos y chavas de 16, 18, 20 años, nos criamos en las calles, en el reflejo del otro que se parece tanto a mí y de aquel que es bien diferente, y profundizamos nuestra conciencia del por qué de nuestra Huelga.

¿Qué saben los intelectuales, los políticos, los periodistas y todos aquellos que se atrevieron a criticarnos desde su oficina o su despacho, de compromisos con la gente si están acostumbrados a negociar su conciencia? ¿Qué nos podían decir acerca de no saber negociar? Hartos estábamos de que nos dijeran que como era un movimiento político, lo más lógico era que debíamos ceder en ciertos puntos. Carajo, si no nos movilizamos por migajas, únicamente fue por el punto central del proyecto educativo de nuestra sociedad, la Universidad Nacional Autónoma de México. Se trataba de democratizarla y devolverle su carácter popular. Además, quien guste revisar los hechos, podrán entender que el diálogo, antes, durante y después de la huelga, ha sido una gran pantomima de quienes ejercen el gobierno en la UNAM.

Claro, lo anterior no quiere decir que de facto tuviésemos fuero y que todo nuestro trayecto fue puro y sin errores. Pero ese no es el motivo de estas líneas. El motivo es describir esos nueve meses difíciles, didácticos, hermosos.

Hablaba de la gente. Nuestra estrategia siempre estuvo clara: su apoyo sería el sostén de la huelga, la que soportaría la legitimidad del movimiento. ¿O acaso no es por eso que el gobierno y los medios masivos siempre se disputan ese terreno, aunque al final siempre lo acaben despreciando cuando ya no hay de otra, o cuando de plano ya nadie les cree? Recuerdo sobre todo los brigadeos a los mercados. ¿Qué le puedes devolver a los comerciantes que te regalan los víveres para la huelga sino el compromiso de que la Universidad estará abierta en condiciones de justicia y sobre todo, comprometida con ellos?

Por eso es que hicimos al metro de la ciudad nuestro espacio, quitándote la pena para hablar y con eso transmitir tus impulsos, tus sueños, tus encabronamientos, tus temores. Incluso se volvió una especie de rutina y de confesionario. Fue el trabajo de interacción con los tuyos, con tus iguales, con tus padres, con tus amigos, con tus conocidos, con tus amigos, con los despojados y explotados iguales a ti que los políticos profesionales detestan. Sin temor a equivocarme, afirmo que mucho de lo que fue la Huelga se desarrolló en ese gusano subterráneo, con horas intensas de repetir el choro que ya no sabes si preparas o no, de alertar de los planes de las autoridades de excluir al pueblo de la Universidad, de la chava de la huelga que intentaron levantar unos ojetes de un carro en plena Avenida 100 metros, de los madreados de ayer por los porros, o de que esperas lo inminente, la entrada de la policía o del ejército a tu escuela y que por favor no nos dejen solos, como de por sí nunca lo hemos estado.

Y así transcurrió nuestra cotidianeidad en la huelga, entre barricadas al ingresar y salir del CCH; entre los compas que no eran compas antes pero ahora sí eran nuestros compas; entre los compas que de por sí nunca lo fueron; entre los compas que terminaron siendo tus amigos, tus hermanos, tus complementos; entre los miedos de nuestros familiares; entre iniciativas para integrar a la población de la colonia; entre largas e interminables asambleas para ver si nos poníamos de acuerdo y a ver si uno de los colectivos que “sabemos tienen ligas con éstos o con aquellos no quiere imponer y que no mamen”; entre tus funciones en la comisión y en el brigadeo; entre los amigos y el desmadre; entre los petardazos de los porros “y agarren sus palos por si estos cabrones quieren romper la huelga en la escuela, ahí vienen, vamos a partirnos la madre, Goya, Huelga, Universidad…”; entre los medios y las autoridades y no nos desanimemos; entre “hay desmadre en la Prepa 3… les faltan huevos, les faltan huevos… ¿Quién te pagó hijo de tu pinche madre por provocarnos?... Este cabrón dice que es del grupo cobra, y el otro de Auxilio UNAM… ¡200 varos pendejo!... Una comisión para ir al CCH a avisar… ¡No chingues, el Banda se quedó!... ¡Ya viene la PFP!... Pélale cabrón, vámonos, gracias seño… Enjuágate el tenis que traes sangre!”; entre la tele y las imágenes de la toma de CU y la detención del CGH y los compas y amigos que estaban en el Ché, la angustia, la rabia, el miedo, el compromiso con los tuyos para sacarlos del Reno; en lo pendejo que fuiste por ir al CCH tomado por la PFP para sacar la información personal de la banda; en la movilización para sacar a nuestros compas y a nuestros amigos…

En fin, nadie dijo que sería sencillo y que no pasaría nada. Pasó lo que pasó. Y por lo menos, las personas que conozco y que fueron parte del movimiento, aprendimos por medio de la observación, la práctica y la experiencia que los sueños se construyen con base en el compromiso cotidiano y la ética del actuar, de no negociar nuestros principios, aunque aparentemente ganemos y pongamos en jaque al sistema, como ellos se cansaron de repetirnos. Que lo crean los que son como ellos. Con orgullo, por lo que me enseño cada compa de la Huelga, cada instante de mi vida que se curtió en esta etapa, grito un Goya, un Huelga, y un “Porque el color de la sangre jamás de olvida…

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